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BELDADES Y MENTIRAS DE GADAFI

Rodeado de sus beldades, vocifera, desafía, miente. Y la voz telúrica en la tribuna es el canto del cisne.

COLOMBIA: UN PAÍS MINADO POR EL DESPOJO MINERO

En un país en donde nunca estamos sentados a la mesa ni para lo nuestro, no hay otra opción: Terminamos haciendo parte del menú.

REMESAS Y POBREZA EN COLOMBIA: UNA RELACIÓN EVIDENTE

Según previsiones actuales, se recuperarán niveles anteriores de remesas desde el extranjero sólo a partir de 2012 o 2013.

COLOMBIA AFRONTA EL CRECIMIENTO DEL PARAMILITARISMO

La estructura del paramilitarismo se redujo en algunas regiones del país, pero en otras permaneció intacta o hasta creció. .

ENFERMEDADES 'LEVES' QUE MATAN EN COLOMBIA

Los pacientes con diagnóstico de alguna enfermedad prevenible terminan en una gran tragedia personal y familiar, requiriendo cuidados médicos que las entidades designadas no prestan efectivamente.

viernes, 24 de septiembre de 2010

EL 26-S EN VENEZUELA O EL RETO DE VER DÓNDE SE ESTÁ PARADO

Por: Juan Alberto Sánchez Marín

Terrorismo mediático, periodismo pornográfico, información falsa, encuestas tendenciosas, rumores mortíferos, miedos propagados a gritos: Estrategias menores venidas a más en esta lucha sin cuartel, que buscan llenar de abrojos el camino de la revolución en marcha y quieren sembrar de nubarrones el firmamento del país.



Venezuela afronta otra contienda electoral en la que se escogerá una nueva Asamblea Nacional y los representantes ante el Parlamento Latinoamericano. Hay en juego 165 escaños para diputados y 12 para el Parlatino.

Los candidatos partidarios de la causa revolucionaria, que encabeza el presidente Hugo Chávez, están organizados en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). La oposición se sienta en torno a la Mesa de Unidad Democrática (MUD), una mezcolanza de doce partidos que se reconoce por la ausencia de unidad y la escasez de juicios democráticos. Al costado, algunos candidatos independientes, aliados o no de unos o de otros.

No tiene sentido entrar a considerar ahora los logros habidos por el proceso revolucionario venezolano. Se habla de ellos por estos días. Sí puede afirmarse que son inversamente proporcionales a la medida en que han sido desconocidos, rebajados y vilipendiados por la oposición.


Breve cuadro de costumbres de la oposición

El acervo discursivo de los líderes opositores, los giros textuales de los candidatos de esa Mesa de Unidad y la estructura mediática en pleno, otra vez, esquivan el plano propositivo y optan por las tácticas manidas de la detracción.

Brillan por su ausencia las propuestas, pero refulge la difamación. Nada nuevo. Las carencias en la capacidad para asumir la realidad del país, diseccionar los contextos, comprender los fenómenos, efectuar la prospección y plantear opciones caracterizan a la oposición venezolana. Una circunstancia que sale a flote en los desafíos que plantean siempre los comicios.

A la oposición venezolana no le ha faltado recursos. Estados Unidos, a través de agencias como la USAID y de organismos no gubernamentales, ha financiado en elecciones anteriores y financia ahora una buena parte de sus campañas. Y ha promovido y costeado la realización de actos de sabotaje y otras acciones desestabilizadoras, con miras al derrocamiento de Hugo Chávez. (1)

A la oposición venezolana no le ha faltado asesores. Con el poderío económico propio o el recibido de los Estados Unidos, paga a personajes como J. J. Rendón, un venezolano tristemente célebre, que anda por el continente vendiendo sus servicios de intrigante y desprestidigitador.

Ha recibido la asesoría de los cubanos de Miami, un albergue de terroristas, un nido de fascistas resentidos y frustrados, cuyas inútiles recomendaciones la oposición venezolana sigue para bien del gobierno de Hugo Chávez: Lo que no les funcionó nunca en La Habana, tampoco les ha funcionado durante más de una década en Caracas.

A la oposición venezolana no le ha faltado ganas. Al contrario, ha ido cantándolas por el mundo, adentro y afuera de Venezuela. Lo ha intentado todo. Desde golpe de estado, hasta paro petrolero. Desde guarimbas, hasta cacerolazos. Desde marchas, hasta retiros espirituales. Desde montajes judiciales, hasta asesinatos. Desde coaliciones con los cardenales de Dios, hasta alianzas con esbirros del diablo.

Los opositores han ido clamando solidaridad por el mundo. Lo han hecho remedando escenarios típicos de las lacrimógenas telenovelas venezolanas, tan esparcidas con tanta saña por el mundo por RCTV, un canal de televisión al que no le fue renovada la concesión para operar la frecuencia estatal. Una espina que los poderosos del país no le perdonan a Chávez.

Cómo hacerlo, si en el unísono universo mediático esa fue una voz que se les fue sin pensarlo, aunque sabiendo bien cómo y por qué. RCTV no fue una onda que se apagó: cambiaron los hablantes. Dejaron de oírse los gritos plañideros de la desheredada que recobró su fortuna liándose con el galán pudiente, para oírse los cantos del pueblo descamisado construyendo su propio horizonte. Algo inaceptable.

Algunos pocos líderes de la oposición han manifestado que reconocerán los resultados de las elecciones. Amanecerá y veremos. De seguro que los resultados serán reconocidos si les son favorables. Y es muy probable que no serán admitidos si no están en concordancia con sus pronósticos ilusorios. Una ecuación de lo más de simple. Un vicio lo más de arraigado.

La oposición venezolana se ufana de que alcanzará la mayoría calificada en estas elecciones. En cifras, 110 votos, las dos terceras partes de la votación. Guarismo que, claro está, también necesita el gobierno para continuar avante y sin mayores tropiezos con el proceso. He ahí el desafío.


Un lobo feroz para los demonios

Lo que ocurre en Venezuela, claro está, le importa a los propios venezolanos. Muchísimo. Y le importa, y cuánto, a todos los habitantes de la región. Y a los de más allá, allende la mar, los desiertos y hasta la lengua.

No se juega apenas el equilibrio de unas fuerzas, izquierda y derecha, al decir de los analistas, sino algo más: La posibilidad de edificar el futuro por fuera de los círculos de poder egoístas del capitalismo.

El Socialismo del Siglo XXI, tan prolijo en detractores, tiene un carácter simbólico y, en otro nivel, además emblemático. Se trata de un proceso que, más allá de lo ideológico, representa una expectativa para los pobres de la tierra, en un mundo en el que las fuerzas económicas mundiales se concentran en aumentar cada vez más la brecha entre los que todo lo tienen y los que no poseen nada.

Un modelo fatal, que se origina en los centros de poder, donde se lleva a alturas desquiciadas, y se reproduce en la periferia de manera progresiva y sistemática.

El mecanismo es sencillo: El poderío corporativo y empresarial coopta al Estado y lo convierte en un instrumento: fuerte con los débiles, aplasta con su aparato represivo cualquier resistencia de los de abajo contra el "orden" capitalista; servil con los poderosos que lo manejan a distancia, desde las empresas nacionales y las agencias imperiales.

Estados nocivos que proporcionan una pátina de legitimidad democrática a las cacicadas impuestas desde esas instancias: privatizaciones desaforadas, megaproyectos de desarrollo que desplazan y acaban con la vida de comunidades enteras, pueblos originarios exterminados por el tramposo engranaje neoliberal, planes de "ajuste" estructural que condenan a la marginación a dos tercios de la sociedad.

El consumo embelesa a todos, la educación los estandariza y dispone para la absorción, los medios los embaucan, el sueño de la libertad los hace a la vez cautivos del engranaje y el inconforme, gracias al 11-S, es anulado bajo el estigma de terrorista.

El pecado de Venezuela, como lo ha sido el de Cuba a lo largo de tantos años, como el de cualquier lugar que le muestre al mundo que otra clase de sociedad, que otras formas de producción, de convivencia y de relaciones son posibles, carece de nombre.

No se trata de corrientes filosóficas o de convicciones, ni siquiera de principios. Es, simplemente, paranoia. El mayor riesgo que ofrece el proceso que se adelanta en Venezuela es el altísimo grado de cielos que abre para cualquiera que alguna vez alce los ojos hacia arriba y mire.

Una experiencia que puede no ser útil como modelo para ningún país. Pero que constituye un paradigma excepcional a la hora de darle cuerpo a la esperanza de que otro mundo es posible. No es el eslogan. Es un nuevo mundo. Más vasto que el pisado una vez por Colón, porque lo comprende a cabalidad, y muchas veces más habitado que todo el orbe de aquellos tiempos, porque suma más de mil millones de personas.

Más los cien millones en la indigencia absoluta. Más cerca de dos mil millones medio pobres. Más quién sabe cuántos otros cientos que son paupérrimos y ni siquiera lo malician.

Son los pobres de la Tierra toda. El planeta que tan azul se ve desde el cielo, tan dorado y lleno de oportunidades desde las alturas de Forbes, tan negro desde el verde mismo de los cinco continentes.
Venezuela es espejo para mirarnos. Y el efecto espejo permite vernos en los harapos y la desnudez. Y ver la inopia social que nos rodea, hace y deshace pensamientos. Sólo saberla es subversivo. El que piensa pierde: hay que suprimirlo porque en realidad gana. La reflexión y la conciencia son buenas consejeras para el que las asume. No pueden serlo para el que somete.

Las variantes se hacen entonces limitadas: la ignorancia es transmitida y el oscurantismo dirigido. Los ejemplos de ruptura de los patrones son malmirados, arrinconados, embestidos, borrados del mapa. A los líderes de tales experiencias les espera otro tanto: si el sistema imperante no puede penarlos con el anonimato, les signa con el desprestigio. Si no, elemental, los mata.

La democracia, que por principio no le sirve a los ricos, ni a sus corporaciones, ni a sus gobiernos, se vuelve de papel, para que sea cómoda. En Estados Unidos, en Chile, en Perú, en Colombia, en donde sea. Si es cierta, o si pretende serlo, no aprovecha. Hay que acomodarla, alterarla, poner la maquinaria al servicio de los intereses particulares, los de los buenos.

Por eso Venezuela es tan peligrosa y por lo mismo hay tanto en juego en estas elecciones legislativas. Me equivoqué cuando afirmé que son otras elecciones. Nunca son unos sufragios más. Siempre son: “Las elecciones”. Cada justa es única. La elección que se pierde, o que no se gana por lo necesario, que es lo mismo, es una puerta abierta a la oligarquía y por lo tanto un socavón para la construcción en marcha.

Los líderes de la oposición, los pudientes, quienes a pesar de 11 años de revolución siguen siendo los dueños de buena parte del país, cómo no, están al tanto. Quieren recuperar lo poco perdido o no perder nada de lo mucho que tienen. Les asusta que muchos tengan algo y que el estado empiece a pagar una deuda social que ellos mismos condujeron a términos malditos. Y hay que entenderlos. La voracidad capitalista es algo que carece de límites, en Venezuela o la Cochinchina.


La barbarie al medio

Por desgracia, ese afán inhumano y sin tregua del capital es algo que buena parte de los pueblos no tienen en cuenta. Por gracia de la manipulación mediática, de la considerable capacidad de desinformación de los medios de comunicación masivos, de su alarmante potencial para generar criterios a su beneficio o para intervenir a su antojo sobre la opinión pública.

Y porque siguen estando en manos de los de siempre, son los mismos y haciendo lo mismo. Los propios medios que engañan a voz en cuello cuando sostienen que el gobierno venezolano tiene el monopolio de los medios, o que lo aumenta, o que los constriñe.

Igual que afuera unas pocas y cada vez más poderosas agencias informativas controlan lo que ve y lee el mundo, adentro de Venezuela, en la televisión, la radio, la prensa y la Internet, la pelea en la generación de mensajes y en los porcentajes de flujos informativos es de tigre con burro amarrado. Este último, desde luego, es el gobierno.

Los yerros del gobierno, que los hay, tienen eco a lo largo y ancho de la región, del continente, y circulan de inmediato, lo mismo en Bogotá que en Madrid. El tropezón resuena, el balbuceo se amplifica. Los aciertos, de la dimensión que sean, no se mencionan. Se esquivan. Los corresponsales en Caracas saben cómo hacer su trabajo y por algo están allí. La noticia se fabrica, la cizaña se edulcora y esparce.

Algunas experiencias mediáticas importantes, estatales, sociales, comunitarias, procuran hacerle frente al ambiente adverso. No sólo son palabras solas en medio del torbellino, sino que son saboteadas, boicoteadas, excluidas.

Terrorismo mediático, periodismo pornográfico, información falsa, encuestas tendenciosas, rumores mortíferos, miedos a gritos: Estrategias menores venidas a más en esta lucha sin cuartel, que buscan llenar de abrojos el camino de la revolución en marcha y quieren sembrar de nubarrones el firmamento del país.

Nicolás Gómez Dávila, un escritor y filósofo colombiano, que creía que los horrores políticos devienen de errores teológicos, no sin cierto sarcasmo de la vida aquí traído a colación (Colacho, le decían los amigos), tiene este infalible escolio: “El tonto halla desierto todo lugar noble en que se introduzca” (2).

Hace buena falta discernir con claridad el sitio en el que los venezolanos están parados (y el momento que cruzan).

La disyuntiva es evidente: O lo vemos noble con los ojos propios, o le creemos que no lo es al ojo mediatizado que así nos lo indica con abrumadora y sospechosa insistencia.

Ninguna dádiva mana de arriba, ni de los poderosos ni por la gracia de los dioses. Ni viene aviso alguno ni indicación admisible.

Un voto, unos votos, que marcan la diferencia y siguen haciendo el camino, provienen de lo que los propios pueblos determinan.

De los habitantes de los cerros de Caracas, pero también de los de las calles polvorientas de San Juan de los Morros o de los de los vientos fríos de San Rafael de Mucuchíes; de los de las planicies llaneras, de los de los pastizales de Portuguesa o Barinas, pero también de los de las costas de Zulia, Lara o Falcón; de los de las zonas selváticas de Amazonas o La Guayana, pero también de los cualquier otro rincón del país.

La emancipación que ahora se conquista en la República Bolivariana de Venezuela es esperanza que paso a paso avanza más allá, adonde quiera que la libertad esté en riesgo. Ahora bien, no más una cuestión: ¿En qué lugar de la tierra no lo está? ¿En cuál esquina de qué gran urbe o qué pequeña ciudad, aunque no abra la boca, no hay ya mismo un esclavo clamándola?


NOTAS:

(1) “Injerencia de USAID en las Elecciones en Venezuela”, por Eva Golinger, en Centro de Alerta para la Defensa de los Pueblos. Ver: http://centrodealerta.org/noticias/injerencia_de_usaid_en_las_.html

(2) “Escolios a un texto implícito” (Tomo II). Nicolás Gómez Dávila. Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, PROCULTURA. Bogotá, 1986.


ARTÍCULO EN:

Sur y Sur
Question (Venezuela)
Aporrea (Venezuela)
Rebelión (España)
Diario Universal (España)
Agencia Latinoamericana de Información

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Otro montaje judicial cantado

AMENAZA DE ORDEN DE CAPTURA CONTRA PERIODISTA COLOMBIANO WILLIAM PARRA

Por: Juan Alberto Sánchez Marín

El periodista William Parra Jaimes


La especie humana siempre ha sido dada a mostrar una cosa por otra, gato por liebre, negro por blanco (Michael Jackson), o viceversa o en reversa (los minstrel shows, con negros maquillados de negros para que se parecieran más al estereotipo de negros que tenían los blancos; o Al Jonson, “El cantor de Jazz”, un judío disfrazado de estadounidense y éste, peluca rizada y betún por todas partes, menos en los labios, haciéndose pasar por negro).

Ya desde los tiempos de Altamira, los ancestros en la cueva se engañaban a sí mismos con los bisontes pintados, mientras los de carne y hueso pastaban afuera y engordaban. Un sentido mágico, claro, que nunca se ha perdido del todo, por desgracia.

Al ser humano le ha gustado tapar, falsear, aparentar, llenarse de máscaras. Lo dijo bien Shakespeare con muletilla de Mercucio, cuando este va a partir con Romeo al baile de los Capuletos: “Dadme un antifaz para cubrir mi rostro. ¡Una mascara sobre otra máscara!”

Así es en todas partes y ha sido a toda hora. El problema se agrava cuando esa manía se institucionaliza, se hace algo sistemático y oficial. Como en la URSS de Stalin, en el Tercer Reich de Hitler, en la USA de la CIA y el Pentágono y la Casa Blanca y… Bueno, y en la Colombia de Álvaro Uribe, que sigue azotando al país con su inercia funesta y el lastre de sus piezas enquistadas aquí y acullá.


Ni siquiera ante la falta de guerrilleros para abatir, sino ante la cobardía manifiesta de algunos batallones desparramados por la geografía nacional y la voracidad de víctimas estimulada desde los altos mandos, hizo carrera en el ejército colombiano la atroz costumbre de asesinar campesinos y pobres sin dios y sin ley, que son los mismos, para disfrazarlos de guerrilleros y hacerlos pasar por tales.

Cuando la práctica dio sus frutos en ascensos, galones, medallas, demás fruslerías y dinero, la táctica evolucionó, y en la bestial exquisitez dio paso al embaucamiento de incautos, otros pobres, jóvenes, también campesinos, claro está, conseguidos sin mayores esfuerzos en los extensos cinturones de miseria de las ciudades, adonde llegan los desplazados de todas partes, aquellos cobijados por la guerra y descobijados por el Estado, que redondeando superan los 4 millones y dejan al país con el culo al aire, después de Sudán.

De ese modo, la “seguridad democrática” propugnada por el gobierno de Uribe siguió siendo utilitaria: Aumentaban las cuentas de guerrilleros muertos en combate, en tanto que disminuían las cifras de pobres en el país. En las primeras se añadían, digamos, más de dos mil, los mismos que en las segundas se sustraían. Una ecuación elemental y feliz, que los medios repicaron sin parar.

Pero, cómo no, si la mezcla de tales ardides siniestros dio tan halagüeñas resultas, pues la destreza hizo carrera y brincó de ente en ente, del ejército al DAS, de éste al Ministerio de Agricultura de “Uribito” (Agro Ingreso Seguro), de aquí al resto, y de los restos otra vez a la Casa de Nariño, de donde, quién lo duda, provenía el huevo originario.

Y los llamados “falsos positivos”, eufemismo que se propagó por los medios (es de suponer desde dónde) para llamar falsos a los asesinatos ciertos y positivos a los comportamientos más fatídicos propiciados por gobierno alguno, fueron entonces de todo caletre:

Telefónicos, como cuando el propio presidente, sabiéndose chuzado según orden de sí mismo, dijo para la audiencia en una conversación telefónica privada: O da la cara, o le parto la cara, marica.

Internáuticos, como cuando la Unidad Antiterrorismo de la Fiscalía, la misma que ahora persigue al periodista William Parra, solicitó la interceptación de 152 correos electrónicos, que correspondían en su mayor parte a opositores al régimen, académicos (Alejandro Gaviria, decano de Economía de la Universidad de los Andes), columnistas (Manuel Drezner, reconocido escritor), periodistas (William Para Jaimes), cineastas (Lisandro Duque Naranjo), funcionarios incómodos (Clara López Obregón, entonces secretaria de Gobierno de Bogotá y actual presidenta del Polo Democrático) y organizaciones de DD.HH (Iván Cepeda, el vocero del Movimiento Nacional de Víctimas y actual senador de la República). Y un ciego adepto al régimen, para disimular el asunto (Alfredo Rangel).

Grabados, como cuando el DAS, bajo órdenes superiores, infiltró la Corte Suprema de Justicia desde las bases: los choferes de los magistrados y las señoras de los tintos.

O computacionales, como cuando la Unidad Antiterrorista de la Fiscalía, la misma otra vez, dio la instrucción de revisar las bases de datos de las universidades Distrital, Pedagógica, Libre, Nacional y del Sena, en el curso de una investigación por supuestos nexos de estudiantes y profesores con la guerrilla, que, claro está, terminó en nada, porque nunca fue más que eso.

Es amplísimo el prontuario de los montajes efectuados en Colombia durante los últimos años. Y larga, muy larga, la tradición uribista de desviar la atención de donde el país tendría que ponerla. Una usanza a la que se le buscan pies, una treta manida a la que se le muda tanto el estilo, que se escabulle por entre los anales y los titulares de la historia reciente.

Que la Corte Suprema de Justicia nos pisa los talones y averigua y hace lo que tiene que hacer, pues armémosle expediente, cuadrémosle fisuras, que Giorgio Sale porque sale.

Que los referidos muchachos de Soacha asesinados no eran 2 o 3, como se dijo al principio, sino decenas, cientos, miles, y no eran sólo de Soacha, como también se dijo, sino de medio país o el país entero, pues parémosle el chorro a DMG ahí mismo, y de carambola le hacemos caso al banquero, don Luis Carlos Sarmiento Angulo, que tira el chorro más alto.

Los límites entre lo legal y lo ilegal se hicieron difusos. La moral ha brillado por su ausencia, con el gobierno a cargo de personajes sin decoro. El axioma peligroso de que el fin justifica los medios validó y dio vía libre a la implementación de toda clase de estratagemas y maniobras tramposas.

En el afán de resultados, se invadió un país vecino. De la matazón hecha en tierras del Ecuador, fueron rescatados incólumes varios computadores, máquinas a prueba de todos los fuegos, cargadas de correos, datos y contactos, para nutrir a voluntad los requerimientos judiciales, mediáticos y de todo tipo de los invasores, es decir, del presidente de entonces, Álvaro Uribe, y del ministro de Defensa de entonces, Juan Manuel Santos, el actual presidente de Colombia, al que la Operación Fénix de entonces le valió saltar en las encuestas de perdedor frente al margen de error a puntero a punta de plomo y cruentas cuentas alegres.

De los computadores de Raúl Reyes, el jefe guerrillero muerto en el ataque, que casi no salen del recaudo del ejército para seguir los cursos legales si se hubiera querido que los mismos de verdad fueran usados como pruebas en causas reales, pronto empezaron a saltar liebres, o, mejor, gatos que hicieron pasar por liebres. El acto mágico, otra vez.

Así, el país se entretenía con los búfalos y los bisontes sacados de los computadores, mientras afuera engordaban Tomás y Jerónimo, los hijos del presidente, con sus negocios truculentos e impúdicos. O robustecían José Obdulio Gaviria, Jorge Mario Eastman Jr., Mauricio Velásquez o don Berna Moreno en los pastizales que volvieron la Casa de Nariño, junto a otros caballos de paso fino de Uribe.

Funcionarios, asesores, ideólogos: La grey del “intrigo, luego existo”, y el pienso apenas para Crespón. El “Contrato Social” se lo pasaron por la faja; la Ilustración fue envuelta con un oscurantismo descarado.

¿Que se requería bombo internacional? Pues aprovechemos unos cuantos correos ciertos, añadámosle varios ficticios, y mandémosle el zarpazo a Remedios García Albert, una española experta en resolución de conflictos y en la aplicación del Derecho Internacional Humanitario, pero despistada, que fue acusada de terrorista internacional por el solo hecho de unos contactos. Más grande la bala que la presa.

Que se inunda La Picota con los prohombres del uribismo, pues encriptemos, reencriptemos y desencriptemos otro correo, que ya RCN, CNN, y algún NN harán el resto.

Y así, la seguidilla, que ahora nos trae a lo mismo, de nuevo, como rezago, como manía, o meramente como “cañazo”.

El gobierno de Juan Manuel Santos es otro gobierno, no es el de Uribe, y, claro, ha variado el estilo. Pero tiene el mismo trasfondo: iguales intereses lo jalonan, similares políticas lo guían, idénticas estructuras los arman. Más dual, más retrechero, más taimado, menos “Gun Club”, más “Country Club”, apenas varía la clase de peligro que representa. Si Uribe fue y es peligroso por ser un pistolero escondido tras un arriero, Santos los es, y mucho, por ser un judas oculto tras un frac. Eso sí, ambos parejos mostrando lo que no son, así el primero se llame a sí mismo “frentero”, justamente porque es lo que menos es, y así el segundo despierte tan confiadas esperanzas, pues el problema no es que sea distinto de Uribe (algo obvio e irrelevante), sino que Santos no puede ser distinto de sí mismo, sería otro.

Por eso, en este gobierno (como lo fue en el anterior), las causas sacados de bajo de la manga, los sumarios apoyados en los computadores de Reyes o en cientos de pájaros volando, antes que mover dudas sobre los implicados, las despiertan sobre los acusadores, sobre las pruebas, sobre los procesos mismos.

Y no es otra cosa lo que suscita la orden de captura internacional dictada por el Juzgado 22 de control de garantías de Bogotá, contra el periodista William Parra Jaimes, a solicitud del fiscal Ricardo Bejaranos, de la Unidad Antiterrorismo de la Fiscalía General.

Según la Fiscalía, William “sobrepasó su papel como periodista en los contactos que sostuvo con la guerrilla”. Qué llamativa la claridad de la que hace gala este fiscal, que sabe, sin verlo, sin presenciarlo, a partir de unos correos electrónicos en el computador de Reyes, el punto exacto en el que William cruzó el papel de periodista y se volvió guerrillero. Tenue trazo, fina línea de sombra, “maravillas y misterios que obran por modo tan inexplicable sobre nuestras emociones y nuestra inteligencia”, usando palabras de Conrad.

¿Tendrá igual de claro el fiscal el camino de vuelta, cuando vuelva a darse, que ya se ha dado: el del faccioso que se sobrepasa y se vuelve periodista, como es el caso del ex vicepresidente Francisco Santos? “Ello bastaría, casi, para justificar que pueda concebirse la vida como un sortilegio”, otra vez Conrad. ¿Por qué los contactos de “Pachito” con Castaño no sobrepasaron los límites, ni siquiera cuando sugirió, según el testimonio de Salvatore Mancuso y Freddy Rendón, la creación del Bloque Capital?

Asombra, además, que el mencionado fiscal no hable de terroristas. Cuando ese es el léxico oficial validado y en boga, me pregunto, ¿qué prurito se lo impidió? Extraño, si estamos ante un hombre tan preclaro en conceptos, tan definido en los papeles de cada uno y de cada quien, y tan despejado en los términos.

Volviendo al asunto, en el manual de estilo periodístico de la Fiscalía, ideal catecismo a lo Astete, el periodista que solicite la entrevista a un guerrillero deberá decirle, mientras es grabado (chuzado) por la institución estatal: “Terrorista, déme una entrevista”.

Y si la solicita al Ejército Nacional, según el grado de la fuente pretendida, deberá decir: “Capitán, juro que no soy del Caguán” (si es de Noticias UNO), o “Mayor, soy puro candor” (si es de Caracol), o “General, póngame el bozal” (si es de RCN), o “Coronel, no trabajo pa’ Daniel” (si ya no trabaja con Coronell, en Noticias UNO).

O será que William se sobrepasó porque, como dicen los cables noticiosos difundidos desde ayer, se ofreció para “negociar misiles tierra- aire con los grupos extremistas del Medio Oriente”.

William es uno de esos colombianos que van por el mundo con la mochila en una mano y la cámara en la otra. Y la cámara ni siquiera es suya. O era de Telesur, o es del medio que sea para el que labora.

Parra puede confundirse con farra, pero, en todo caso, con todo el respeto que él me merece, William no da para traficante de armas o negociador de misiles, ni tierra tierra, ni aire tierra, ni lo contrario. A duras penas, imagino a William negociando caucheras en una tienda de San Victorino, o una navaja para cortar el “masking tape” con el que los realizadores remendamos buena parte de nuestros documentales.

Conocí a William por los tiempos de Telesur, siempre obsesivo en la búsqueda de noticias, en procura de entrevistas, a la caza de imágenes. Recuerdo su viaje al Líbano, en 2006, dispuesto de la noche a la mañana para cubrir la ofensiva militar israelí al Líbano. Desde allí cubrió paso a paso la asimétrica guerra, la gran caravana humanitaria que desafiaba las fuerzas israelíes, el regreso de las miles de familias al sur del Líbano luego del cese al fuego, y también narró los abusos cometidos por los militares israelíes contra la población civil, asesinando de manera indiscriminada mujeres y niños, y hasta representantes de la ONU.

Y de una cosa puedo dar fe: ese, como todos los viajes que efectuó William para cubrir informaciones en aquella parte del mundo, que tampoco fueron más de dos o tres, nunca fueron premeditados. Por el contrario, para aquel viaje sin nombre el canal embarcó a William en el primer vuelo que pudo, con algo así como mil dólares en el bolsillo, sin viáticos, porque la guerra tenía una vertiginosidad que la burocracia no alcanzaba, y ya habría el modo de hacérselos llegar o de retribuírselos, con la ropa que logró enchuspar de un volión en el morral, una cámara Sony de combate, un trípode y una luz de medio lado, lo más portátiles que fuera posible.

William, por fuera, pareciera estar acostumbrándose a algo que ningún ser humano se acostumbra jamás: el exilio forzado. Forzado por las circunstancias adversas, el periodista ha ido y vuelto, en breves, pero repetidos alejamientos de su tierra.

Desde la época de la zona de distensión, durante el gobierno de Andrés Pastrana, como corresponsal del canal Caracol, el periodista fue amenazado por grupos paramilitares y debió exiliarse temporalmente. De vuelta a Colombia, en 2005, Parra es víctima de un atentado. Las autoridades manejaron la hipótesis del robo como móvil, aunque por aquellos días arreciaban los ataques y amenazas contra periodistas como Carlos Lozano, Hollman Morris y Daniel Coronell, considerados como opositores al gobierno de Uribe.

William Parra, por ejemplo, ha entrevistado líderes guerrilleros, ha denunciado la verdadera utilización que hace Estados Unidos de las bases militares en América Latina, ha extraído informaciones incómodas y divulgado datos azarosos. Algo imperdonable, en un país y un mundo unidireccionales, en el que el periodismo digno y merecedor de premios es el que se limita a hacer eco de los boletines suministrados por las oficinas de prensa gubernamentales.

Ya en 2007, el director de la Policía Nacional, general Oscar Naranjo, acusó a William de manipular la información, provocar confusión sobre el origen del reportaje "Voces de la selva", transmitido por Telesur , y de presionar a los familiares del capitán Guillermo Javier Solórzano, para que emitieran declaraciones. El periodista desmintió los hechos, y su versión la apoyó Noemí Julio, la propia madre del capitán, quien señaló que nunca fue presionada. El general guardó un silencio estratégico, pero la cuestión no debió hacerle gracia.

En el comunicado ahora divulgado por el periodista, se detalla una serie de irregularidades procesales, que incluyen el abrupto cambio en los procedimientos para evadir el vencimiento de los términos; el ocultamiento de las supuestas pruebas, por demás obtenidas de manera ilícita, bajo la excusa de la seguridad nacional; la falta de garantías mínimas y la violación de los derechos fundamentales.

William detenta la condición de refugiado político del gobierno de Venezuela, una condición que ahora es desconocida, pasada por alto.

El estado colombiano se ha negado a facilitarle el acceso al periodista a las pruebas en las que se basan los cargos en su contra. Luego de dos años solicitándolas, ni William ni su abogada, Sandra Gamboa, han visto las pruebas por parte alguna, ni directamente, ni de manera indirecta, como llegaron a proponer que se las mostraran, en el desespero por saber con base en qué se lo acusa. Como ha dicho la abogada, el comunicador colombiano se defiende ''de lo que no conoce, de lo que no sabe, y en esas condiciones no existe una verdadera defensa''.

"Los hechos indican que William Parra estaba concertado para delinquir con Raúl Reyes", dijo el fiscal Bejarano a la revista Semana, en entrevista telefónica. Y ese pretérito imperfecto deja otra duda más abierta: “Parra estaba concertado para delinquir”. Mejor dicho: ¿Delinquió? ¿Todo indicó que iba a delinquir? ¿El copretérito es un lapsus o William es culpable por intento de sospecha?

William, volviendo al comunicado, afirma que su situación “será llevada ante las instancias nacionales e internacionales correspondientes, teniendo en cuenta no sólo las violaciones ya sufridas en mis derechos fundamentales, sino además ahora frente a esta nueva vulneración que se presenta…”

Para lo que se avecina en el proceso, por el antecedente que el caso señala, porque el asunto no es algo aislado ni particular, para bien de la opinión libre e independiente y de una información que no tiene que estar al unísono para ser responsable, en vista de la imparcialidad que los organismos de investigación y las instituciones legislativas deben procurar aún en tiempos de conflicto como los actuales, William no puede estar solo.

De hecho, no lo está: Mensajes de solidaridad han abundado en las redes sociales, en medios, portales y blogs independientes, las voces de apoyo no dejan de escucharse. La Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP, denunció la persecución. La Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, incluso, ha hecho un llamado “a las autoridades judiciales para que garanticen el debido proceso y el derecho de defensa al periodista Parra Jaimes”.

Es lo que se pide, es lo que se necesita. Un apenas que es mucho; un ápice que es suficiente.

En un país en el que la siembra de campesinos muertos por parte de los encargados de velar por la seguridad misma se volvió sistemática, ¿cómo no cuestionar la proliferación de pruebas comodines, que lo mismo sirven para acá que para allá, y que salen porque sí, cuando cualquier truhán las demanda?

La extinta guerrilla abre las fauces y da muestras de que está vivita y coleando a pesar de los ocho implacables años de Uribe. El ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, y los altos mandos militares, son llamados a explicar lo que está ocurriendo con el orden público y el aumento de la inseguridad. La popularidad de Juan Manuel Santos, según una encuesta reciente, a un mes de asumida la presidencia, ha bajado al 64%.

Que nadie vea ahora guerrilleros adonde no los hay, terroristas por cuenta de artimañas, bandoleros sacados del sombrero, procesados y capturados por la cuenta de evidenciar logros y ganar puntos.

Sólo la verdad, nada más que la verdad, ¿para qué más?

Aunque vayamos en contravía de esa naturaleza tan arraigada en el alma institucional colombiana, de enchufarle falsedades a cualquiera y equiparle calumnias a todo.

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sábado, 4 de septiembre de 2010

En procura del Procurador

INVESTIGACIÓN PRELIMINAR DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA AL PROCURADOR COLOMBIANO

Por: Juan Alberto Sánchez Marín

El Procurador Alejandro Ordóñez

Jaime Arrubla, presidente de la Corte Suprema de Justicia, como magistrado ponente de la decisión sobre el caso del Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, registró el proyecto el pasado 24 de agosto.

Aunque la versión en línea de La W Radio aseguró que la ponencia de Arrubla pide la suspensión del Procurador por su actuación en la absolución de funcionarios del Gobierno, la Corte desmintió la publicación.

La situación del Procurador está para definición en la Corte. Sin embargo, 9 de los 22 magistrados activos están impedidos. “El quórum es precario porque quedan solo 13 magistrados para decidir y se necesitan 12 votos. En caso de no lograrlos, habría que nombrar conjueces”, indicó el magistrado Arrubla. El proyecto debe ser estudiado en estos días por la Sala Plena.

En marzo de 2009, el Procurador declaró inocentes disciplinariamente al entonces ministro de Protección Social, Diego Palacio, y al entonces embajador de Colombia en Italia, Sabas Pretelt de la Vega, ambos sindicados de ofrecer dadivas para apoyar la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez.

Hernando Angarita, ex vice Ministro del Interior; José Félix Lauforie, ex superintendente de notariado y registro y actual presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedegan), y Jorge Noguera, ex director del Das, también fueron librados de toda responsabilidad en el mismo caso.

La absolución a Palacio y Pretel, a contravía de las pruebas y los hechos, está costándole cara al Procurador, que ahora ha reculado en parte la decisión, mientas su veleta da vueltas locas y el bajel se le planta sobre un remolino peligroso.


A comienzos de abril de 2009, el representante Germán Navas Talero instauró una demanda contra el Procurador, por el manejo equivocado que le dio a dicha situación, conocida como la “Yidispolítica”. Por esos mismos días, la Corte Suprema de Justicia abrió la investigación disciplinaria contra el funcionario, cuya decisión conoceremos en poco tiempo.

El borrador oficializado

Cabe recordar que investigadores del Procurador anterior, Edgardo Maya, elaboraron un borrador de fallo en la Yidispolítica. Y, aunque más del 60% del fallo proferido por Ordóñez es idéntico al del borrador, el veredicto resultó diametralmente opuesto. (1)

"Si ustedes recuerdan, se conoció en su momento el fallo condenatorio, y en el paso intermedio al borrador del doctor Maya le extractaron ‘bocadillos' para llegar a una absolución", expresó Navas Talero por aquellos días.

Maya sostuvo que nunca leyó el borrador que elaboró su propio equipo. Porque estaba de vacaciones y porque ya se iba del cargo. O que lo engavetó a conveniencia, como otro Procurador ejemplar en la larga saga de procuradores inútiles que ha tenido este país.

Y Ordóñez puso su impronta: No se tomó el trabajo de partir de cero y aprovechó el borrador (técnica del copie – pegue) para llegar a la conclusión contraria a partir de las mismas premisas. Un genio.

Perezoso para cuidar las apariencias, pero diligente para absolver a los funcionarios gubernamentales untados. Bueno, ya desde aquel entonces se sabía que el Procurador Ordóñez era lo que en efecto terminó siendo: Un funcionario más al servicio del gobierno de Uribe.
El servicio secreto de Uribe, al fin y al cabo, no lo componía sólo el DAS, sino toda la caterva de funcionarios serviles desparramados en todo lado, con licencia para hacer y deshacer, incluidos los mal llamados entes de control: Procuradurías, contralorías, veedurías, defensorías, en fin. Unos por acción, otros por omisión.

Ordóñez sostuvo que no existían pruebas que vincularan a los ex ministros con la entrega de dádivas a cambio del voto para la primera reelección. Pero el representante Navas Talero fue concluyente en su queja: ““Uno no puede decir en una providencia que hay ausencia de pruebas mientras que en un borrador que estaba en la oficina se analizan una a una esas pruebas”.

Algo sí queda, finalmente, en claro: La lectura juiciosa de los santorales, los catecismos y las homilías de Ratzinger, mejora la ortografía. Basta comparar el borrador arrojado a la caneca de la basura y las enmiendas hechas al mismo para el fallo definitivo: El buen uso que hace Ordóñez de tildes y mayúsculas evidencian que es así. Además de cazar brujas, el Procurador caza gazapos.

Zagalillo en zigzag

Hace unos días, en medio de la percepción del Procurador de que nada bueno le viene pierna arriba, en un esguince apenas propio de sí, destituyó e inhabilitó a Sabas Pretelt. ¿Jugada elemental de viejo zorro o ardid sagaz de zagalillo atribulado?

Ordoñez no logró hallar culpable al ex ministro en el proceso relacionado con Yidis Medina, pero sí por ofrecerle una notaría a Teodolindo Avendaño, un ex congresista preso en la cárcel La Picota, a cambio de que se ausentara del Congreso el día de la votación del acto legislativo de reelección presidencial, en 2004.

Otra vez, vuelven y juegan los silogismos enrevesados del Procurador, donde las mismas ideas lo llevan a desenlaces distintos. En este caso, harinas del mismo costal, Yidis y Teodolindo, parten en dos a Ordóñez y dejan cada parte del Procurador enredada en orillas distintas.

Claro es, y por algo será, que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia no encontró tales sutilezas ni diferenciaciones. Y por algo yacen a buen recaudo y condenados por igual, tanto Yidis, como Teodolindo. Tampoco las halló, de paso, la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, que negó la tutela a través de la cual Teodolindo pretendió que se revocara la sentencia.

La Corte también condenó a 6 años al ex congresista Iván Díaz Mateus, tercería en el triunvirato corrupto plenamente identificado que hizo posible la reelección del presidente Álvaro Uribe Vélez.
Tres condenados por cohecho plantados en un mismo lado, el legislativo. ¿Y al otro? El gobierno ofreciendo notarías, institutos y puestos a granel. Gajes del oficio. Un cohecho unidireccional, sin contraparte, hasta que, ya sin Uribe a cuestas, el Procurador Ordóñez hubo de percatarse de que es difícil sobornarse a sí mismo.

Y entonces, ahora, por tardarse tanto en descubrir el agua tibia, las suspicacias obvias: “Con su fallo de destitución e inhabilidad por doce años contra Pretelt, el Procurador probablemente salvó anoche la suya y selló la suerte del ex ministro de Gobierno”, como lo señaló La Silla Vacía, el pasado 25 de agosto. (2)

¿Y cómo no? Qué más puede esperarse de un Procurador que actúa en zigzag, atiborrado de prejuicios, burócrata y politiquero, de un fundamentalismo a flor de piel y un fanatismo premoderno, al decir de Carlos Gaviria Díaz.

El recoleto aspaventoso

Admirador confeso del instigador San Ezequiel Moreno Díaz, un santo con poquísimo olor de santidad, de la Orden de Agustinos Recoletos, el Defensor de los Derechos de Cristo Rey, este Procurador, fiel a su ortodoxia, ha defendido los derechos de Dios frente al pueblo, y muy poco los de los colombianos ante el Estado.

Apenas columnistas anacrónicos como Ernesto Yamhure, que añoran el estado clerical y la Constitución de 1886, vieron “el brillo de un nuevo día” en la elección de Ordóñez. Una ceguera que se entiende: En las tinieblas del gobierno de Uribe, hasta este hombre inverosímil haciendo de Procurador de Colombia en pleno siglo XXI, bragazas lo confunden con un candil.

Pero lo preocupante de Ordóñez no ha sido su carácter santurrón, su Te Deum imparable, su insana afición fascista de quemar libros “inmorales”, sus misas sin excusa, sus crucifijos por doquier, sus sacras conferencias de pastiche, sus misales en el maletín o bajo el brazo, o que no cumpla ni le importe “velar por el correcto ejercicio de las funciones encomendadas en la Constitución y la Ley a servidores públicos”.

Lo que asusta es su anuencia o vista gorda en los vínculos sanguinarios entre el estado y los paramilitares. O la mala leche para defender los derechos de las mujeres. O su homofobia atembada. O que reparta bendiciones y perdones a los mismos para quienes la Fiscalía o la Corte Suprema han clamado condenas, como en los aberrantes casos del general (r) Rito Alejo del Río (acusado del homicidio de Marino López Mena) o del ex senador Carlos García Orjuela (por vínculos con el paramilitarismo).

O que haya tenido la osadía de escribir el libro: “El libre desarrollo de la animalidad”, un libelo que parece dictado desde alguna altura infernal por Escrivá de Balaguer, y la desfachatez de publicarlo. Editado, ni más faltaba, por la facultad que él mismo fundó en la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga.

Ordóñez: Los Derechos al revés

En la reciente rendición de cuentas de la Procuraduría, se colige que en el tema de adolescencia y familia, y en el cumplimiento de las decisiones que ha emitido la Corte Constitucional, se ha avanzado, pero hacia atrás.

Basta mirar la manera sistemática en la que se ha torpedeado la sentencia C-355 de 2006, que despenalizó el aborto en tres casos especiales: embarazo producto de una violación, peligro para la salud de la madre y malformación del feto.

Los dicterios y ataques del Procurador Ordóñez se han dado desde varios frentes. Hace unos meses, expresó que la píldora de anticoncepción de emergencia, o píldora del día después, debía ser retirada del mercado. Después, solicitó a la Corte Constitucional la nulidad de la sentencia que establece que los jueces no pueden hacer objeción de conciencia y que ordena incorporar las circunstancias del aborto legal a la enseñanza de los derechos sexuales y reproductivos.

Women´s Link, organización internacional de derechos humanos, presentó ante la Corte Suprema de Justicia una queja disciplinaria contra el Procurador Ordóñez. La sanción, que dependerá de la gravedad asignada a las faltas imputadas, puede ir desde una amonestación escrita, hasta multa, suspensión o destitución del cargo.

"El Procurador sigue desconociendo que los derechos sexuales y reproductivos hacen parte de los derechos humanos y, por lo tanto, hacen parte de su mandato. La Constitución le encarga al Procurador garantizar todos los derechos humanos, no solamente los que él crea que se deben respetar", expresó la jurista Mónica Roa, vocera del organismo, quien presentó la demanda que generó la liberalización del aborto en Colombia en los casos especiales mencionados.

¡Habrase visto! o ¡ábrase de vista!

“Tengan la absoluta certeza (de) que las decisiones de la Procuraduría y del Procurador se profieren con sujeción a la verdad, a la Justicia y al Derecho”, dijo Ordóñez, recientemente.
(Parece que el Procurador escribe mejor de lo que habla. Lo cual no es mucho, cierto, pues el país sabe que en asuntos de maledicencias y malas dicciones apenas el ex vicepresidente, “Pacho” Santos, lo aventaja, en privado o “al aire”).

La frase suena bien, y hasta sería buena, si la verdad, la Justicia y el Derecho, tuvieran algo que ver en tan disoluto cuento. Tanta camándula tiene a la Procuraduría vuelta un sitio licencioso, por el que van y vienen tretas poco santas.

Con las procuradurías delegadas, Ordóñez pagó favores a toda clase de demonios. Con sus absoluciones, de su puño y letra, ha ratificado unas lealtades del diantre. Con la iluminación de correligionarios peligrosos, salvaguarda los derechos e intereses de anticristos como Fernando Londoño.

El cuidador que viola los derechos humanos. El elegido que es instrumento de la impunidad. El apaciguador alrededor del cual campean los abusos.

Puesto en el anaquel para que distraiga las miradas, el “absolvedor”, como bien lo llama el abogado Álvaro Bejarano, vincula subalternos a los procesos y exonera a los que ordenan, digamos, las “chuzadas” del DAS.

Adorador de preclusiones, consagró días y meses “al quehacer de no hacer nada”, en palabras de don Pedro Salinas. Así y asá, tranquilos revolotearon los ex funcionarios del alto gobierno uribista, que ahora se vuelan.

A más de un año, con el Ordóñez en el lomo, con más de 25 mil procesos relacionados con la corrupción de funcionarios, la institución está desbordada y el Procurador atorado.

Con la decisión de la Corte Suprema en ciernes, mejor hubiera hecho el Procurador Ordóñez en permanecer en sus andadas por las calles bumanguesas, pendón medieval en mano, exudando agua bendita y signando indómito con su cruz de palo, cual adalid de las causas amargas de Tradición, Familia y Propiedad (TFP).

NOTAS:

(1) Revista Semana. Documento revelado por Noticias UNO. Fallo de la Procuraduría. Borrador de Maya y Fallo de Ordóñez. Ver: http://www.semana.com/documents/Doc-1866_200947.pdf

(2) La Silla Vacía. Procurador Ordóñez echa reversa en la Yidis – política y salva el pellejo. 25 de agosto de 2010. Ver: http://www.lasillavacia.com/historia/17589

Artículo también disponible en:

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jueves, 2 de septiembre de 2010

La tercera piedra

Por:  Eliseo Alberto Diego


Shakine Mohammadí Ahstiani tiene más de 15 mil referencias en mi buscador preferido de internet pero una sola fotografía: un retrato en blanco y negro de su rostro. Una sonrisa demasiado triste ilumina sus ojos azabaches. Nos mira de frente. En el momento que le tomaron la fotografía está serena, en una calma que mete miedo. Quizás la retrataron antes de ese día terrible de 2006 cuando estuvo a un grito de morir; sí, ese celuloide tiene que ser anterior a los 99 latigazos en la espalda que Shakine recibió como condena por un delito de “relación ilícita” con el presunto asesino de su marido. Desde entonces, ella vive en una celda estrecha. De nada le sirvió negar todos los cargos: su confesión había sido arrancada bajo tortura. Tampoco tuvieron en cuenta el hecho sospechoso de que el juez jamás presentara un testigo confiable para dar testimonio del crimen.

Noventa y nueve latigazos bastan y sobran para derribar un toro.


Busque usted, amigo lector, una pluma de ganso y dese cien golpecitos en el hombro: verá que al sobrepasar la primera treintena usted habrá perdido la cuenta. Y todavía le faltan dos terceras partes iguales. 33… 33… 33… hasta sumar 99 azotes en la espalda de una mujer frágil. Y la correa está en la mano de un verdugo que sabe flagelar con prudencia para impedir que al condenado se le abra una herida enorme y se desangre sobre el potro de tortura. Shakine tal vez pensara en sus dos hijos: ella quería vivir por ellos. ¿Qué sería de ellos sin ella? Pégame. Termina de una vez. Sobrevivió. Acaba de cumplir 43 años. Es viuda y madre. Forma parte de los azeríes, una minoría étnica en Irán. Los azeríes habitan en zonas rurales y hablan un dialecto turcófono que tiene pocas similitudes con el persa oficial y mayoritario. En el juicio, Shakine se comportaba como una sordomuda: no entendía nada.

Un segundo juez pensó que el castigo no era suficiente y reabrió el caso. Basaba su consideración en el supuesto de que “aquella relación ilícita” con el supuesto asesino de su marido se había dado ya en vida de éste, por lo cual el delito de Shakine era mucho más grave que el de complicidad en un asesinato: ahora se la acusaba de adúltera. Ahora la sembrarán en un hueco de tierra, hasta el pecho, y le lanzarán piedras “que no sean tan grandes como para matar de forma instantánea ni tan pequeñas que no le causen daño”.

¿Quién lanza la primera?

El código penal vigente en la República Islámica de Irán (desde 1979) no deja lugar a dudas: los testigos que acreditaron el adulterio deben arrojar las primeras piedras al pecho, para irla ablandando poco a poco. El magistrado que dictó la sentencia de muerte, las segundas: debe apuntar a la cabeza. De la tercera… nosotros seremos responsables, si no podemos impedir tanto abuso.

Después de los implicados, los demás varones del público presente (el código establece que, como mínimo, debe haber tres apedreadores entre los espectadores). “Los sucesivos y lentos golpes en el pecho, cuello y cabeza de la mujer causarán una lerda agonía, hasta que la hemorragia de las heridas provoque su muerte”, dice el manual de ejecuciones.

Mohammad Mostafaeí, el abogado de Shakine, sabía que “la mejor defensa es el ataque”, pero ¿cómo enfrentarse a un sistema milenario que apenas concede mínimos derechos a ese animalito doméstico que se llama mujer? Mohammad Mostafaeí miró hacia el cielo de Alá, también de Jesús y de Mahoma, de Eleggua (orisha respetado y temido porque en su mano está el destino de los seres humanos) y reino de todos los Dioses que habitan en el corazón del hombre, y se le abrieron las puertas de una nueva divinidad: internet. Subió a Shakine. Subió su única fotografía. Y nos pidió a todos, a usted, a mí, que pidiéramos clemencia para su defendida. La solicitud rodó de página web a sitios de organismos internacionales de derechos humanos y pronto el sereno rostro de Shakine comenzó a ser querido.

El eco del reclamo fue tan poderoso que a las autoridades iraníes no les ha quedado más remedio que postergar momentáneamente la ejecución por lapidación, pero sigue vigente la condena de muerte, sólo que ahora existe la remota posibilidad de que sea más piadosa, según los impiadosos mandamientos de una justicia cruel: las instancias judiciales estudian la posibilidad de cambiar un final salvaje por lo que llaman “ejecución ordinaria” —es decir, “el ahorcamiento con soga desde el cuello del condenado”.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, ofreció asilo a Shakine, pero el intratable Mahmoud Ahmadinead rechazó la oferta: “Creo que no hay necesidad de crear algún problema al presidente Lula al llevarla a Brasil”.

Shakine va a morir. Una segunda fotografía, la de su cadáver, volará por todo el mundo —como última pedrada.


Artículo cedido por su autor.

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