Por: Juan Alberto Sánchez Marín.
“Con el replicante Zuluaga, mal facturado en algún oscuro garaje de esa tribu urbana que es el uribismo, los manejos soterrados y las rencillas palaciegas serán poco al lado del raudal de despojados, desplazados y descabezados que volverá a ser Colombia.”.
Hace cuatro años, cuando Juan Manuel Santos fue electo presidente y contaba con el apoyo del ex presidente Álvaro Uribe, pensé que lo único que podía salvarnos como colombianos era que el actual presidente fuera coherente consigo mismo y cambiara de dirección a mitad del vuelo (1).
O sea, que se pasara de una orilla a la otra con la misma facilidad con la que lo habían hecho hasta entonces, tanto él, como su entonces vicepresidente electo, Angelino Garzón.
Que iban de un bando a otro como veleta al viento, sorteando ideas, culebreando principios, desdiciendo lo dicho y afirmando lo negado.
Nada fácil para cualquiera y gracias a Dios nada difícil para Santos.
Los jugadores lo hacen todo el tiempo. En el último instante, a punto de cerrar la apuesta, con mano rauda pasan las fichas de un número a otro, rojo a negro, par a impar, o viceversa. Unas veces se nota que es una calculada maniobra, otras pareciera que no. Pareciera. Porque siempre todo obedece a un maquinado cálculo matemático, donde se conjugan deducciones, ecuaciones, elucubraciones e intuición.
No olvidemos que Santos fue ministro de tres presidentes distintos, Gaviria, Pastrana, Uribe, y un “conspiretas" verdadero durante Samper. Pura ruleta.
Quiso entonces la diosa Fortuna apiadarse del pueblo acongojado y doliente, y Santos mordió la mala mano que lo alimentaba.
Dice él que se dio cuenta de la clase de mentiroso que era Uribe (una verdad) y de los extremos a los que podía llegar (ninguna exageración).
Algo que todo el país sabe de sobra y que los uribistas descubren cuando dejan de serlo. Rara la tardía virtud: Otorga lucidez la apostasía y consciencia la desmemoria.
Si honestos, vergonzantes de por vida, y si no, lo más común: presidiarios, ex presidiarios o prófugos obsecuentes. Como el “pincher” Arias (que asesora) o la “coneja” Hurtado (que huye) o el diletante “Ternura” (que se esconde) o el “perseguidor” Moreno (corifeo que danza y canta en las sombras).
No son “Las armas secretas” de Cortázar (2), sino las de un expresidente que no escribe, sino que tacha nombres que el azar asesina. Otro azar. No el de los juegos principescos de Santos, sino el que rigen endemoniadas personas de bien y sus sicarios.
Por suerte para Colombia, al presidente Santos le bastaron 8 días de su gobierno para percatarse de la podredumbre que no olió en los 8 años de los dos períodos de gobierno de Uribe. Del que fue más parte que arte y más voceos que convicción.
Más vale tarde que nunca. La verdad es que el escollo pareció sorteado. El Illuminati de Antioquia no dejó el país más tenebroso y a oscuras.
Pero la amenaza continúa. O vuelve.
Prosigue con un hombre nacido para ser un buen concejal en Pensilvania, Caldas. Jubilado de cabildo local, que de pronto se dedicó a seguir los melifluos consejos de la Sibila de Las Guacharacas (3). Y dejó Pensilvania, y dejó Caldas.
Y ahora no quiere dejar a Colombia en paz. Paz que se necesita con urgencia.
La actual amenaza nacional de la A a la Z: Álvaro a Zuluaga.
Un contrasentido que quienes más hablan de seguridad democrática representen tanto peligro para la seguridad nacional. ¿Una variación del viejo truco de “La carta robada” de Poe? ¿Poner la seguridad en la mesa de centro de la sala para que nadie se percate de que se la robaron?
Como ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga obtuvo en época de crisis un galardón de periodismo disfrazado de premio de economía de la revista Emerging Markets, de Euromoney (4). Un accésit oportunista de inversionistas y banqueros (valga la redundancia).
Como presidente de un país en escombros habría que esperar que esta vez sea laureado en algún certamen literario. Algo importante en Colombia, que desde el siglo XIX, cuando fue un país de poetas, malos y malagente, pero presuntos poetas, lo sumo que ha contabilizado son baratos decimeros de fonda, como Belisario o el propio Uribe.
Varios amigos, aparentemente ecuánimes, sostienen que Oscar Iván, a pesar de representar lo impresentable, es un hombre formado, inteligente y honesto. Que le han seguido de cerca la carrera, trayectoria y realizaciones, y así lo han podido constatar.
No les creo. Oscar Iván jugó su corazón al azar y se lo ganó Uribe. Sólo que él no es Arturo Cova, que más bien es el país ante el riesgo de ser tragado por la vorágine. Zuluaga se parece más al embaucador Barrera (5), de pueblo en pueblo recolectándole esclavos a las grandes caucheras.
No puede ser tan bueno quien le donó su sangre a la extrema derecha más sanguinaria de la región. Y que desde que se levanta no hace más que practicar todo el día frente al país las gesticulaciones, los dejes, dimes y diretes del jefe tras bambalinas.
No. Con el replicante Zuluaga, mal facturado en algún oscuro garaje de esa tribu urbana que es el uribismo, los manejos soterrados y las rencillas palaciegas serán poco al lado del raudal de despojados, desplazados y descabezados que volverá a ser Colombia.
Prefiero el azaroso azar de la ruleta, así sea rusa, a la certeza de otro suicidio. Mejor unos cuantos principios apachurrados, que más muertos de carne y hueso. No porque vaya a cesar la horrible noche, sino porque así sea un solo colombiano menos el que vaya al sepulcro o despedazado a los ríos Cauca o Magdalena, hace la diferencia. Y es la esperanza. La que toca en la amañada democracia colombiana.
Santos apostó por la paz y podría perder el poder. Ojalá Colombia apueste por el actual presidente y le de un chance a la paz, porque lo que podría empeñar es el futuro, no por los próximos cuatro años, sino por el tiempo sin medida que sería el uribismo otra vez aferrado con garras y fauces a la Casa de Nariño.
NOTAS:
(1) “Juan Manuel Santos: Cuatro años a bordo de sí mismo”. Agencia Latinoamericana de Información, ALAI. Fecha: 2010-07-06. http://alainet.org/active/39358&lang=es
(2) “Las armas secretas”. Cortázar, Julio. Ed. Sudamericana. Buenos Aires, 1969. 222 pags.
(3) Las Guacharacas: Hacienda de los Uribe Vélez en el nordeste antioqueño. Según las investigaciones de Justicia y Paz, la hacienda está en el centro del origen de la conformación de los grupos paramilitares de la región.
(4) El Espectador. 5 de octubre de 2009. “Óscar Iván Zuluaga, ‘Ministro del año en América Latina”. http://bit.ly/1p57Vb2
(5) “La Vorágine: Personajes”. Biblioteca Nacional de Colombia. “Julio Barrera Malo fue un cauchero y comerciante que se internó en la selva colombiana durante las primeras dos décadas del siglo XX. Encontró la clave para enriquecerse: el auge del caucho en el mercado internacional. Se dedicó a engañar gente en el Meta y el Vichada, entregándoles baratijas en consignación y con el argumento de que se harían ricos con el caucho. Luego los llevaba al Orinoco o al río Negro, donde los vendía con su deuda a caucheros. http://bit.ly/1p1TsvF