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domingo, 16 de mayo de 2010

Novela picaresca

Fue otro Santos, Francisco —“criado de la casa real”—, quien al final del siglo XVII contribuyó como escritor al género picaresco español.

Tres siglos después otro Santos, Juan Manuel, se confesó experto en picardías, al admitir que pretendió ponerle picante a la campaña con la cuña radial que imita la voz de Álvaro Uribe, para hacer creer a los incautos que el mandatario lo apoya. Santos dice que los uribistas lo han felicitado por la “genial” mentira, y lo creo, porque este es el país de la picardía. Veámoslo.

Es muy probable que nunca en su vida el estratega venezolano J.J. Rendón haya tenido visa para trabajar aquí; sin embargo, ha participado en dos campañas presidenciales, fue gestor de un partido político, sacó a sombrerazos a un joven parlamentario, ha ganado importantes sumas de dinero, probablemente no ha pagado impuestos o lo ha hecho con avara discreción, y recientemente al vincularse a un candidato presidencial, armó la grande. ¡Qué tal que hubiere tenido permiso de trabajo! A lo mejor fue suya la idea de imitar a Uribe, obviamente porque en esa suplantación era seguro que otra picardía los pondría a salvo: la de que el imitado no desautorizaría el pequeño “engaño”, porque para eso sí tiene humor.


El escándalo de las “chuzadas”, por cuenta del cual aún no están presos todos los que deberían estarlo, por obra y gracia de la picardía ha terminado en que la agencia civil de inteligencia admite que hay carpetas de 28 millones de colombianos, incluidos magistrados y hasta los parlamentarios que asistieron impávidos a semejante confesión, sin que se oyera una sola protesta en el recinto. Cosas de la picardía, que no vale la pena alborotar, menos cuando los afectados no se inmutaron.

La ex directora de una agencia civil de inteligencia confiesa que ella puso su oficina y los esfuerzos de sus subalternos al servicio de un litigio personal de su jefe, y como se trata de una picardía menor, tampoco hay un Procurador que la investigue y sancione.
El Gobierno diseña un plan de subsidios para las gentes del campo, del cual sin embargo se benefician grandes potentados, los mismos que luego aparecen aportando a la campaña presidencial de un fallido ministro y candidato, y la picardía blinda a sus influyentes protagonistas.

Algunas firmas encuestadoras utilizan un inusual filtro para medir la intención de voto de los colombianos, encuestando solamente a quienes tienen registradas sus cédulas, y el candidato del régimen, que va perdiendo, milagrosamente empieza a puntear las mediciones. Ya no importa que otra sea la realidad en las calles, porque para eso los medios amigos sabrán maquillar todo para que no se note nada. Lo que importa es que también allí la picardía hace sus gracias.
Un cardenal de un culto religioso acuña un peculiar método de intervenir en la actividad partidista que le está vedada, dando patente de católico a su candidato presidencial preferido. La feligresía aplaude la picardía celestial de hacer proselitismo, sin que nadie lo advierta.
El punto 103 de la propuesta del fogoso candidato presidencial del régimen denunciado por corrupción, falsos positivos, reelección comprada, interceptaciones ilegales, zonas francas, etc., anuncia que en su eventual gobierno va a trasladar la Fiscalía al Ejecutivo, dizque para luchar “contra la delincuencia, y para mejorar la rendición de cuentas ante la sociedad”, y la galería no se estremece. Más picardías, de las buenas, claro.

Un Procurador politiquero y de bolsillo absuelve con las mismas pruebas que el Vicefiscal llama a juicio y, como si fuera poco, silenciosamente pretende que su prestigioso abogado personal se convierta en su Fiscal. En la Procuraduría se carcajean con la picardía del Absolvedor.
Nada de qué aterrarse. Juan Manuel tiene razón en su fe por la picardía. Esa es la Colombia del tercer milenio, y la de siempre.

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Adenda. Patriótica la propuesta del parlamentario independiente Roy Barreras, para que Álvaro Uribe sea senador vitalicio. Felicitaciones, así habilitará a la Corte Suprema en la que tanto cree su amo, para que lo investigue y lo juzgue en su condición de parlamentario.

(En "El Espectador", columna "Notas de Buhardilla")

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